URBANISMO (con Aritz Herrera, Ana Méndez y Diego Paniagua)









COMENTARIO DEL LIBRO

LA ARQUITECTURA COMO ARTE IMPURO Antón Capitel


Sin duda, y desde el comienzo del libro, uno ya intuye que el objetivo de este trabajo es claro y conciso: demostrar mediante la exposición de casos el carácter impuro de la arquitectura, en tanto arte material y aplicado a una realidad imprecisa: “Ir de lo concreto a lo general”.

Tras la dualidad de Aalto, las máscaras de los renacentistas, la aceptación de la problemática como desarrollo del proyecto de los barrocos, la paradoja de Le Corbusier, la búsqueda de la relación entre la forma y la estructura de Mies… en definitiva, la búsqueda de esa perfección imposible que todos buscaron y “ninguno encontró”, se forma y toma cuerpo el hecho de que la arquitectura no es pura.

Si bien es éste un hecho innegable tras la lectura del libro, bien es cierto que la idea de perfección quizás tenga unos límites que cuestionen su “carácter impuro”, pues, ¿qué es la perfección? Quizás la perfección lleve inscrita en sí misma la imperfección, como decían los personajes de la última película de Garci al observar el Palacio de Cristal del Parque del Retiro.

En fin, dejando a un lado la semántica, me ha parecido un libro muy entretenido debido a la variedad de casos que contiene, desde el templo griego que mostraba su antepasado en madera hasta grandes maestros como lo son el español Moneo o el portugués Siza. A su vez, etapa tras etapa, el libro adquiere un galope, un ritmo mediante los capítulos, con unas imágenes que siempre están hábilmente colocadas para su comprobación y comparación con el texto.

No he podido evitar recordar las palabras que me dijo un profesor de la escuela, grandísima persona, Iñaki de las Casas, de que un buen arquitecto es un buen mentiroso; y cierto era, pues la imperfección debe estar oculta, y la calidad e ingenio para hacerlo indicará la calidad proyectual de la obra.

Si pudiera señalar lo que más me ha llamado la atención del libro, quizás sería el arte de proyectar de Alvar Aalto, bien descrito (quizás más por el interés del autor que por el mío) y que muestra algo que para mí, pese a haber estudiado a Aalto el año pasado en la escuela, había pasado desapercibido: el uso de dos naturalezas arquitectónicas diversificadas, que hacen que el proyecto mejore. Sería algo parecido a “la división hace la fuerza”. Increíble, sin duda, el hecho de liberarse de los complejos y aplicar algo nuevo: esa valentía de arriesgarse a equivocarse e innovar.

Además, me sorprendió el hecho de que Aalto diera importancia al espacio que más la requería mediante formas complejas y singulares. Es ésa la valentía que no hay que perder nunca en mi opinión, y si bien hay que copiar y hay que tomar referencias, el arquitecto es creador, y nunca jamás debemos olvidar este hecho -el de probar y equivocarse- aunque esto conlleve, en algún caso, el suspenso.



Servando Rodríguez de la Rosa Grupo B Ud. Antón Capitel